Menos Peinetas

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martes, 7 de febrero de 2012

La verdad de la verdad…

   La única verdad de la verdad, tiene nombre de oficio: Artista fallero.  No  he  visto trabajo más agradecido y más mal pagado en mi vida. Trabajo no, arte, pero a precio de saldo.
   Desde hace unos años se ha producido una ruptura en las formas, estilos, en las formas de construir una falla. Hemos visto como los artistas que toda la vida nos han ofrecido la falla “de toda la vida”, de un tiempo a esta parte están de capa caída.
   Las fallas infantiles están siendo el “bressol” desde donde está surgiendo las nuevas formas, los nuevos estilos, las nuevas texturas… en fin, la evolución de las fallas, nos está llegando desde las fallas pensadas para los niños, claro que no necesariamente las fallas infantiles son para el deleite de los mas pequeños...
   La evolución que se está viendo desde hace unos años, ha disparado a las mas y a las menos infantiles, hacia una vorágine de nuevas formas, nuevos materiales y nuevos diseños, que, alentados por un periodo de bonanza económica, han hecho a muchos el abominar de las formas hasta ahora tradicionales, donde mandaba tiránicamente el cartón, lanzándose a experimentar.
   La falla es de cartón, madera y maseta. La falla es de polietileno expandido, tallado por un robot, cortado con el cutter, lijado y empapelado, maseta y vuelta a la lija para darle una base y pintura. La falla es plástico, madera, hierro… Todo es falla, puesto que todo es trabajo, ilusión, esperanza y mucho ingenio, para de la nada crear un estallido de arte, una crítica mordaz y mal pagada.
   Tengo un gran amigo, que desde hace unos años está triunfando. Planta todos los años en Sección Especial y se ha hecho muy popular. Hace eso, unos cuantos años (ya hace, eh, chaval…) plantaba en fallas modestas como la mía. De hecho, lo hizo durante 4 años y a plena satisfacción. Él fue uno de los primeros, sino el primero, que planteó que su taller sería una empresa. Sus compañeros me hablaban de otras cosas, de otro tipo de taller. Me decían que un taller de un artista fallero, no podía ser una empresa… El, pensaba lo contrario, y como tenía y tiene mucha calidad, y además de gran trabajador es inteligente, acabó por triunfar.
Para mí, ya triunfaba en mi calle, claro que si entendemos por triunfar hacer bien tu trabajo, ser reconocido por sus clientes y ganar dinero... Antes me parecía más feliz.
   Ahora es muy famoso, le contratan antes de finalizar el año, y sé que gana mucho más dinero, al menos lo factura, pero  yo sigo recordándolo en vaqueros y como se enfadaba cuando le decía que este año, había llenado mi falla de chapa y había ganado conmigo, el dinero que había empatado o perdido años atrás.
   Con el paso de los años no ha dejado de llamarme amigo y yo a él. Es muy grande y me siento muy satisfecho de que lo sea, y os aseguro que te da una satisfacción el verlo y saludarlo en Alicante, y que venga a darte un abrazo, que además sabes que es sincero…
   Pues este gran artista comenzó con el cartón, probó con el corcho, coqueteó con los tonos pastel que venían de Carcaixent, y alcanzó la cima. Es de los que ha llegado.
     La facultad de Bellas Artes ha hecho que San Carlos ya no se encuentre solo en la evolución de las fallas. Los artistas que hace unos días, tan solo, te hablaban de las tardes de la Escuela de Artesanos, hablan de la Real Academia y de la Facultad.
   La Politécnica, hasta hace bien poco enemiga porque algunos consideraban, un trabajo menor la realización de fallas, ha abierto sus puertas a los nuevos estilos más que alucinantes, donde al bueno de Alfredo Ruiz, le dan una razón de ser a su tan manida evolución aceleradamente evolucionada. Y eso es bueno.
   Los aprendices de tres años (incluso de menos), están tomando la alternativa, con aquello de la crisis económica y el cierre de talleres, y se lanzan a por un mercado que conocen y que dominan. No, no están “hechos” en algunos casos, y las comisiones “padecerán” sus experimentos en solitario. Nadie nace enseñado y tienen que “romper manos”. Eso, antes sucedía en el taller, bajo la sombra del maestro, quien matizaba esas nuevas ideas, con un baño de sensatez, de “más de lo mismo”, pero comercialmente atractivo y vendible.
   Es una delicia patearse las calles y ver esa explosión de color, de formas, de estilos de materiales, de sentimientos a flor de piel que son las fallas infantiles. El bueno de Juan Canet, a quien Dios guarde en su seno por toda la eternidad, y total hace un par de años que dejó de plantar fallas, hoy parece que es el remoto pasado, vamos, un dinosaurio, por siempre mal pagado para la cantidad y la gran calidad de trabajo que dejaba cada 15 de marzo en las calles.
   ¿Por qué, si no es rentable esta actividad económica, se continúa realizando y además, cada vez con más “practicantes”?
   No todo en la vida es dinero y aunque a algunos les cueste creerlo, hay gente que es feliz con su arte y poder comer y vestir todos los meses, con hacer lo que les gusta y para lo que viven. Saben que volcándose en el trabajo y evolucionando año a año, día a día, sin descanso, llegarán a triunfar y eso, si lo haces en lo que más te gusta, debe de ser la leche…  
  
   Otro gran amigo, con el que he trabajado hace muy pocos días, me sorprendió con una evolución brutal en su trabajo. Era, hasta hace unos cuantos meses, la “reserva moral de occidente en el cartón” y ahora con una nave llena de moldes del más grande soñador de Borriana, el añorado Regino, está comenzando a evolucionar hacia un futuro que sabe que terminará dándole su bendición. Me alegro. Este año me decía que va a perder hasta la camiseta, pero, sabe que es una de sus últimas oportunidades para cogerse a ese tren que te lleva hacia el futuro.
   Y mientras tanto, este año escribo muuuuchos llibrets de falla, carteles, audiovisuales, poesías de falleras, guiones… y lo hago porque me gusta. Mis amigos saben que si pudiese elegir, simplemente me iría a lijar a cualquiera… o por qué no? A todos sus talleres, a barrer, a ver, a oler, a sentir, a tirar de cartón, a lo que fuera… pues no encuentro un trabajo más satisfactorio, edificante, vocacional, que genera más ilusiones y fantasías… que el de artista fallero.

  Esta es mi opinión.

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